De la residencia Chandeswori cogimos un autobús para ir a Lamagaun, una aldea muy pequeña en las montañas dónde la ONG Hugging Nepal está construyendo una escuela.
Hugging Nepal nació de la inquietud un grupo de personas, la mayoría españoles que viven en Nepal, que tras la tragedia del terremoto se unió para prestar ayuda directa a los afectados por la catástrofe. Desde reconstrucción de escuelas, de casas, hasta impartir cursos de formación profesional y/o ayuda en campos de refugiados.
El autobús nos llevó hasta Ranipauwa, y de allí nos tocó caminar unos 2 kilómetros por una carretera de barro, cruzando diminutas aldeas con gentes que nos observaban al pasar. Nos costó lo suyo identificar el «pueblo» ya que se trata de varias casas desperdigadas por la ladera de la montaña. Preguntando a varia gente conseguimos llegar al campamento de los voluntarios que estaban construyendo la escuela.
La primera en recibirnos fue Mire, una mujer genial que se dedica a pasar sus vacaciones currando para mejorar la vida de otra gente, después conocimos a Lucas, un tío majísimo también muy dedicado, y por último Alfonso, un escalador que se dedicaba a trabajar en España para poder después viajar a Nepal, ayudar a gente con su trabajo y enseñanza, y hacer alguna expedición de montaña.
El campamento de los voluntarios era muy pintoresco, se trataba de dos carpas cubriendo una zona de tiendas de campaña y una mesa larga, era como el campamento que sale en las pelis de expediciones de científicos en las amazonas… nos gustó.
A nosotros nos dejaron la tienda de campaña de una pareja que en ese momento estaba en Katmandú. Cenamos en una casa que había al lado del campamento, una casa hecha con barro y piedra dónde dos viejecitos se encargaban de alimentar a los voluntarios a base de Dal Bat… arroz y una sopa de lentejas… Mire nos comentó que llevaba un poco mal el tema de comer siempre lo mismo… jejeje… no me extraña, y además el Dal Bat es bastante soso… La cocina de los abuelos era toda de barro, y estaba a un lado de la habitación principal, o comedor.
La mujer cocinaba sentada en el suelo, y nosotros esperábamos nuestra bandeja con Dal Bat sentados alrededor de ella. Cenamos todos juntos bajo la luz del fuego y una linterna, ellos nos explicaban sus experiencias pasadas y durante su tiempo allí, y nosotros les describíamos nuestros viajes. Gente muy maja que nos encantó conocer!!
Al día siguiente, todos se despertaron a las 6 am para ir a trabajar. Nosotros dormimos hasta las 7:30, desayunamos y nos fuimos hacia la escuela. La escuela se componía de dos partes, un chamizo provisional donde estaban los más pequeños, y más arriba del camino una zona con dos edificios restaurados, por el terremoto, y un edificio en construcción. En esta segunda zona coincidimos con Álvaro, uno de los fundadores de Hugging Nepal.
Primero hicimos el taller con los estudiantes de 6 a 10 años. Eran unos 30 alumnos, con caras de emoción por participar, super motivados, un gusto… Empezamos con los ejercicios introductorios, y no fue fácil… estaban muy excitados!!! Jejeje… pero poco a poco se fueron concentrando y los ejercicios fueron muy bien.
La parte final consistía en realizar pequeñas representaciones… estaban súper graciosos con las narices… representando situaciones… para comérselos!!!
Una vez acabado el taller, como siempre a correr para preparar el número. Bajamos la colina unos metros hasta el chamizo donde estaban los niños más peques, allí haríamos el espectáculo para todos los alumnos.
Nos dejaron una habitación en la casa de al lado para prepararnos, cambiarnos de ropa y maquillarnos, se trataba de un almacén de grano de maíz… un camerino campestre… jejeje…
Alfonso nos ayudó haciendo de técnico de sonido y organizando que los niños se colocaran en la zona del público, ya pensada para que estuvieran a la sombra.
Así que cuando todo estuvo listo… Que empiece el espectáculo!!!! Ole ole ole ole!!!! Desde el primer momento los niños y niñas estaban estregados, motivados, dispuestos a darlo todo!!
Y nosotros lo aprovechamos, jugamos con ellos, compartimos el momento, sus caras eran un regalo, se quedaban asombrados viéndonos, viviendo nuestra historia, disfrutando del momento, sintiendo las emociones que les planteábamos… sin palabras, solo risas y emoción… un regalo para el alma, alimento para el corazón… Aunque suene repetitivo, nos guardamos este momento para no olvidarlo…
Y después del espectáculo, los voluntarios volvieron a su trabajo y nosotros recogimos nuestras cosas, con las mochilas a la espalda, nos despedimos de los compañeros y deshicimos el camino hacia Ranipawa… esta vez 2 km de subida, con 17 kg en la espalda, cansados del taller y el show, se hizo muuuuy largo… pero finalmente llegamos a la calle principal para esperar al autobús que nos llevaría de vuelta a Kathmandú.
Ha sido una experiencia genial compartida con una gente increible… a todos os llevamos en el corazón.
Y fue una grata noticia que Alfonso nos dijera que al día siguiente los niños estaban repitiendo los ejercicios que habíamos hecho en el taller de clown… eso es muy buena señal… Ole ole ole!!