Durante nuestra estancia en la residencia Chandeswori aprovechamos también para hacer una actuación en la escuela con su mismo nombre. Chandeswori school es una escuela inclusiva, o sea que está preparada para tener en sus aulas personas con necesidades especiales, en este caso los inquilinos de la residencia.

Las instalaciones y recursos de esta escuela pública son limitados, y eso también se refleja en la enseñanza aplicada. Allí nos encontramos a Steve, un ingeniero inglés que estaba como voluntario en la escuela durante cuatro meses, enseñando inglés y algo de ciencia. Nos explicó que había comprado de su bolsillo algunos materiales básicos para poder hacer unas prácticas simples de ciencia, muy majo, un típico inglés en medio de las montañas del Nepal viviendo con la gente local, y a parte de nuestra visita, el único occidental del lugar.

El día que acompañamos a los chicos y chicas al colegio pudimos ver las clases a las que eran asignados. Están repartidos en las diferentes aulas según su nivel, que no por su edad. La escuela pública nepalí tiene muchas carencias para todos los alumnos, y estas carencias se acentúan mucho más cuando se trata de alumnos con atenciones especiales.

Como era de esperar, dentro de la escuela nuestros chicos se apoyan los unos a los otros en todo momento, son un amor, era muy tierno verlos desplazarse en grupo por el patio, de la mano, vigilando de no tropezar con agujeros y socavones.

El día en la escuela empieza con la asamblea, la reunión de todos los alumnos en el patio del cole para rezar y cantar el himno nacional nepalí… están muy graciosos todos de uniforme, en algún caso a girones, concentrados y sacando pecho.

En esta visita aprovechamos para hablar con el director de la escuela, un hombre agradable y simpático.

Después de un paseo por el pueblo, llegó el momento de preparar el show. Al llegar al colegio el único que estaba enseñando en una aula era Steve, el resto de profesores estaban en la sala del personal charlando o leyendo el periódico. Hablamos con ellos para proponerles empezar en 20 min.

Fuimos a cambiarnos en una cabaña provisional hecha después del terremoto como aula provisional. Las paredes eran de chapa, desprendida por el ir y venir de niños, con filos de metal como tapas de lata abierta…

Mientras el personal, y sobretodo Steve, ponían a los estudiantes en la zona asignada al público, nosotros nos cambiábamos, eso sí, ahuyentando a la jauría de niños que intentaban espiarnos y poder desvelar nuestros secretos antes de tiempo… jejeje… menudos traviesos…

Y después de nuestra señal, Steve inició la música, para dar paso al mundo de los payasos, esos tiernos seres que solo quieren compartir emociones reales. Y así fue, delante de unos 200 alumnos hicimos muestra de nuestro amor, de nuestra pasión por compartir, por sentir el cariño de los chicos y chicas que disfrutaban de ese momento con nosotros.

Fue mágico, desde el primer momento funcionó todo genial, persiguiendo alumnos despistados, compartiendo la búsqueda de mi musa, recibiendo como voluntarios a los más atrevidos y disfrutando con los divertidos gestos de timidez de los más reacios a mostrarse…

Gran parte fue gracias a dos grupos de chicas que estaban a cada extremo del público y que se entregaron a jugar con nosotros durante todo el número…

Cada juego se convertía en una respuesta tridimensional, en una comunicación con todo el público, contagiando a todos de la necesidad de participar en el momento, de disfrutarlo juntos…

Aaaaish… que dulce trabajo que nos hemos buscado, que mundo más genial, dónde aún a miles de kilómetro de casa la comunicación es fluida, sin palabras, con gesto y emoción… Un regalo, un tesoro, que aparece allí dónde menos esperas encontrarlo…

Así es la vida, imprevisible, inesperada y llena de amor… Nos vamos llenos, con el corazón a reventar, alimentados, risueños y felices, no queda duda que en este día recibimos más de lo que dimos…